domingo, 22 de junio de 2008

5º B ESCRIBIÓ LEYENDAS A LOS ÁRBOLES DE NUESTRO BARRIO DE VILLA LUGANO







Los alumnos de 5º B del Turno de la Mañana escribieron en el aula leyendas cuyo tema fueron los árboles de nuestro barrio.
Luego en la Sala de Informática a través de un procesador de texto copiaron las mismas.
  • La leyenda del palo borracho:
    Soy el yuchán o palo borracho. Crezco en ciertas regiones de nuestro país, pero no me hallo a disgusto en las calles de Buenos Aires, donde muchos hermanos míos florecen en calidad de huéspedes. Mis grandes flores tienen un lindo color acremado. Algunos parientes míos, como el samohú, que ustedes habrán oído nombrar, se distinguen de mi por sus flores rosadas. No bebo ni poco ni mucho, aunque me califican de borracho por la forma abultada en el centro que tiene mi curioso tronco que semeja un gigantesco huso de color verde claro. No se acerquen demasiado, porque estoy cubierto de agudas espinas...
    ¿Conocen mi leyenda? Escúchenla:
    Hace muchos, pero muchísimos años, el dios de la selva, según se cuenta, habitaba en mis raíces. En mi tronco se ocultaban granos y alimentos para nutrir al hombre y a los pájaros. Si se pasaba por períodos de sequía yo daba agua. También en el interior de mi tronco se criaban grandes y sabrosos peces. Pero un día, un indio mataco glotón y perezoso que se llamaba Mendyporá, se propuso darse una gran comilona. Tendiendo su arco me lanzó un tremendo flechazo que desgarró mi abultado vientre.
    Dejé escapar entonces de mi interior al padre de los peces, un pez de gran tamaño que salió dando coletazos y se sumergió en un río próximo. Desde allí derramó sus bienes en todas direcciones y sembró de peces todos los ríos de la región. Pero desde entonces los indios de la tribu no tuvieron la felicidad de recurrir a mi para proveerse de alimento, sino que debieron procurárselo por sus propios medios, y a veces con gran trabajo, ejercitándose en la caza y la pesca.
    Tal es mi leyenda. Si bien es cierto que yo no alimento como antes a los matacos, aún soy útil. De mi fruto se extrae una especie de algodón fino y sedoso que llaman paina, y aunque mi madera es fofa y no aprovechable, creo que merezco ser bien considerado porque llevo la belleza de mi presencia a los parques donde juegan los niños.

  • La leyenda de la flor del ceibo:
    En cada rincón de nuestra Patria encontramos árboles, plantas, pájaros, animales o flores que nacen de una leyenda; esa hermosa historia que nos enseña como se logra algo con sacrificio, con amor a lo nuestro. La flor del Ceibo es típica del este de la República Argentina, zona dónde la selva se muestra tupida y silenciosa. Su rojo granate luce entre el verdor de las hojas. Cuando los conquistadores españoles penetraron en el actual territorio argentino, lo encontraron ocupado por pueblos aborígenes. Los guaraníes, eran una tribu que se destacó entre otras cosas porque la componían indios muy trabajadores.
    Anahí una hermosa doncella alegraba con su presencia la tierra de los guaraníes. Era tan dulce y femenina. Siempre la elogiaban por sus grandes ojos y negros cabellos que caían coquetamente sobre sus hombros. Todos los días se miraba en las aguas cristalinas del Paraná. Le encantaba lucir collares, pulseras y aros que llamaban la atención en la tribu. Contemplaban su inocente belleza los pájaros, las flores, los árboles y los riachos que visitaban el ancho Paraná.
    Y así fue como en sus diarios paseos la descubrió entre el verdor fuerte de la maleza, un soldado español.
    Estos conquistadores querían apoderarse de todas nuestras riquezas, creyendo que aquí sólo encontrarían oro y plata. Anahí recordaba que esos hombres eran malos y muy crueles con los de su raza. Los indios defendían lo suyo. Lo vio acercarse hacia ella y desesperada, creyéndose motivo de sus burlas, le dispara.
    Como excelente cazadora que era, una flecha con certera puntería se clava en el soldado. Quien cayó herido de muerte. Anahí asustada huye veloz, tan veloz que ya no se conocía en la selva. Los indios se asustaron creyendo que era un gamo. El miedo enlutó sus chozas y sus vidas.
    Los compañeros del soldado no tardaron en enterarse y apresar a la joven para someterla a un horrible castigo.
    Los indios se reunieron y cantaron en sus danzas pidiendo a sus dioses por Anahí. Pero todo fue inútil, la tristeza se abrió paso entre los árboles de la selva cubriendo todo con su manto.
    Los soldados llevaron a empujones a Anahí, quien callada y silenciosa daba pasos firmes y seguros. No le importaba morir porque era valiente. Encontraron un árbol, era robusto, grande y fuerte, casi tan fuerte y hermoso como la niña. La joven estaba condenada a morir en la hoguera.
    Una vez consumada la venganza, los soldados se alejaron. La noche cubrió el paisaje. La luz del amanecer descubrió un milagro. El árbol se había transformado y unió su destino al de la bella indígena. El dolor había sido reemplazado.
    Ya no se veía la acción del fuego...se presentaba verde y lozano en su ramaje. Tenía flores, hermosas flores rojas que parecían lágrimas de fuego salpicando su belleza.
    La joven había dado pruebas de su inmenso amor y sacrificio al suelo y el paisaje Argentino contó con un nuevo árbol. El ceibo, cuya flor, es nuestra flor nacional.
  • La leyenda de la araucaria:
    Esto sucedió hace mucho tiempo, en la época en que los españoles comenzaron la conquista de estas tierras de América.
    Un día los indios mapuches, muy asustados, vieron que unos hombres de piel blanca, cargados de armas, avanzaban sobre ellos. Venciendo su temor, los hombres del cacique mapuche Mallaucán lucharon contra los hombres blancos.
    La lucha fue larga, y el hambre y el cansancio fueron debilitando a los mapuches. Mallaucán, entonces, decidió guiar a su pueblo hacia un bosque de araucarias y allí pidió a los dioses que protegieran a sus mujeres y niños.
    En un momento, todo pareció perdido, pero entonces sucedió lo inesperado. Las ramas de las araucarias comenzaron a sacudirse y desde las alturas cayó una lluvia de frutos que se abrieron y dejaron ver sus semillas.
    Esas semillas fueron el mejor alimento para los indios, que comieron hasta hartarse.
    Después se sintieron con más fuerzas, volvieron a la batalla y vencieron a los españoles.
    El fruto de la araucaria había salvado a los habitantes de esta tierra.
    (Adaptación)
    Por los alumnos de 5º B - T.M


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